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Mis problemas cognitivos con la esclerosis múltiple

Es cierto que la esclerosis múltiple produce afectación cognitiva. No a todo el mundo, no siempre con la misma intensidad o con las mismas consecuencias. Muchas veces no sabemos cómo explicarlo pero está ahí. Es otro de los síntomas invisibles y que en ocasiones puede ser muy incapacitante.

En las consultas de neurología no se acostumbra a tratar los problemas cognitivos igual que el resto de síntomas físicos. Si tú no dices nada, no te lo preguntan. Y la mayoría de las veces, aunque digas algo, esta cuestión no se aborda completamente y se deja pasar como quien oye llover. Si hacen alguna pregunta, suele estar más bien relacionada con el estado de ánimo.

A estas alturas del año en 2011 yo tuve mi segundo brote (que para mí sigue siendo el más fuerte a pesar de no aguantarme de pie el año pasado) y cambió mi percepción y mi entendimiento, mi forma de escuchar, de hablar, de leer, etc.

Lo primero que notaba por el vértigo era que yo estaba como dentro de una burbuja o debajo del agua y los mensajes no me llegaban con claridad. Tenía que prestar mucha más atención de lo normal para entender o recordar una tarea simple, y aun así no garantizaba que la fuera a recordar o a ejecutar correctamente.

Tenía una revista para leer. Empecé a leer un titular de una línea y cuando terminé, no sabía cómo había comenzado. Tuve que leerlo no menos de cuatro veces para intuir -no saber con certeza- que se trataba de algún estudio científico con insectos como protagonistas.

Tampoco conseguía expresarme con claridad, pues aunque casi todo el tiempo hablaba normal, tenía algunas dificultades para articular las palabras y para encontrar los términos más adecuados para elaborar una frase coherente. O aunque no fuera coherente, para expresar exactamente lo que yo quería, sentía o necesitaba. Esto me ha quedado como una secuela que aparece cuando estoy agotada físicamente o cuando me pongo nerviosa. Lo veo como una mezcla de secuela física y cognitiva.

problemas cognitivos

Por fin salí del hospital y volví a casa, a descansar y hacer lo que me gustaba (o lo que podía), como por ejemplo los sudokus. Recientemente me había descargado un juego con infinitos sudokus y estaba enganchadísima. Pues cuando quise empezar uno, sabía a dónde tenía que llegar pero no recordaba cómo hacía para descartar unos números u otros, para saber cuáles podían ir en una casilla o cuáles no, etc. Me sorprendí y me propuse aprender a completar el puzzle de números otra vez, un poquito cada día, para que no se me nublara la mente.

Otra cosa que me gusta mucho es escuchar música. En el momento que intentaba seguir el ritmo de la canción moviendo la cabeza o un pie, siempre iba por detrás y descoordinada. Y si intentaba cantar o decir las palabras, me pasaba lo mismo: descoordinación y dificultad para saber qué palabra venía ahora y para articularlas bien. No importaba que hubiera escuchado la canción literalmente mil veces. O más de mil. Es como si hubieran pasado años y años y se hubiera perdido en mi memoria.

Dos meses después de salir del hospital estaba en clase otra vez, un curso más al pie del cañón. Esta vez, lo de sujetar una regla y marcar una medida con un lápiz o pinchar en un punto con el compás me fatigaba. Escribía rápido para tomar apuntes, pero ya no tanto como antes, pues mi mano se cansaba. Empecé a hacer resúmenes con el ordenador, pues hacerlos a mano era agotador. Mi memoria no retenía igual de bien, pero lo que más se notaba por encima de todo era que el cerebro pensaba mucho más despacio. Lo que suelen llamar «velocidad de procesamiento de la información».

Durante estos años y a raíz de estos pequeños problemas cognitivos he descubierto lo que me sienta bien. Por un lado, los sudokus y los videojuegos de toda la vida. Si yo me pongo a dar giros me mareo fácilmente, pero si el que lo hace es el protagonista del juego, mi cabeza ya no se marea tanto. Por otro lado, los idiomas, seguir cultivando los que ya conozcas leyendo, escuchando música o viendo series y películas en versión original y para los más atrevidos aprender una lengua nueva.

Hacer ejercicio y dormir lo suficiente hace que estemos descansados y evitar el calor hace que no se sobrecalienten los cables. Aunque yo no lo practico porque soy más de escuchar, tocar instrumentos musicales también aumenta la reserva cognitiva. Y cómo no, mi pasatiempo favorito, la lectura, que enriquece nuestro vocabulario y aumenta nuestra inteligencia emocional al ponernos en el pellejo de los personajes aunque sea por poco tiempo.

Es importante cuidar de la salud de nuestro cerebro. Yo fui consciente de los problemas cognitivos con aquel brote y al continuar con mi vida de estudiante pude recuperar bastante bien, pero hay que tenerlo presente en todo momento y aprovechar las opciones disponibles. Lo bueno es que tenemos muchas y que nos divertiremos con casi todas las alternativas.

¿Cuáles son vuestras preferidas?

Entrevista para un trabajo de fin de curso

Aquí os dejo las preguntas de una entrevista que me ha hecho Monserrat, una chica de bachillerato que prepara su proyecto de fin de curso. Ella ya ha decidido que en el futuro le gustaría estudiar medicina, y su trabajo de investigación tiene como tema central la esclerosis múltiple. Me ha hecho ilusión encontrarme con alguien tan joven que se interesa por esta enfermedad y que tiene claro su futuro. Aunque ya me conocéis, comparto la entrevista como un resumen rápido de mi historia.

¿Qué síntomas te llevaron a considerar una evaluación médica? Quiero decir, antes de conocer el diagnóstico de esclerosis mútliple.

En el verano de 2010 empecé a notar un dolor muy incómodo en el ojo derecho cada vez que lo movía, y unos días después empecé a ver borroso. Por estas molestias fui al médico de cabecera, quien me envió directamente al oftalmólogo. Tardé una semana en verlo por razones académicas, pero ya me dijo que tenía inflamado el nervio óptico y que teníamos que averiguar la causa. No me dio medicación alguna, pero me hizo un seguimiento durante mes y medio y después de varias pruebas me pasó a neurología. Pocos días después, ya tenía el diagnóstico de esclerosis múltiple en forma de síndrome clínico aislado.

¿Qué pruebas te realizaron para darte el diagnóstico des esclerosis múltiple?

Las pruebas que me realizaron fueron varias analíticas para descartar problemas de tiroides, celiaquía, lupus y otras enfermedades. También una resonancia magnética y potenciales evocados visuales, auditivos y sensoriales. Las neuritis pueden ocurrir por causas como deficiencias de vitaminas o agotamiento físico, pero una mujer, de veinte años y con neuritis óptica, suele ser un patrón muy común de inicio o manifestación inicial de la esclerosis múltiple.

¿Cómo fue el impacto emocional después de saber que tienes esclerosis múltiple?

En mi caso, el momento del diagnóstico no tuvo impacto emocional. Por aquel entonces, mi madre llevaba dos años enferma de mieloma múltiple, un cáncer de médula ósea agresivo y difícil de tratar. Ella estaba conmigo en la consulta de neurología cuando recibí el diagnóstico de esclerosis múltiple. Al neurólogo le llamó la atención que mi reacción fuera la de seguir escuchándolo sin interrumpirlo, ni asustarme o llorar. Pero él desconocía la situación: para mí, la persona enferma era mi madre y no yo. Cuando sufrí el segundo brote sí empecé a darme cuenta de que el problema era serio, pues fue la primera vez que ingresaba en el hospital, comencé mi primer tratamiento y me dejó secuelas que aún arrastro hoy en día.

¿Cómo fueron tus primeros años con esclerosis múltiple?

El primer año después del diagnóstico pasó sin enterarme de que la esclerosis múltiple estaba ahí, porque por desgracia, mi madre falleció, y todos los sentimientos giraban en torno a ella. Con el segundo brote, cuyo síntoma principal fue el vértigo, tardé en recuperarme y tuve que aprender a vivir con las secuelas. Yo estaba estudiando en la universidad, y poco a poco fui notando las limitaciones que me imponía la fatiga (por la enfermedad y por la medicación) y tuve que reorganizar los horarios de descanso y estudio. Esos primeros años pasaron rápido, pero no fueron fáciles. Mantener la rutina de las clases resultó ser una gran ayuda, una estructura que permanecía estable en medio de tantos cambios. Por suerte y a pesar de una nueva neuritis, pude finalizar mis estudios. Echando la vista atrás, veo que fui aprendiendo muchas cosas de mi propio cuerpo y de mi esclerosis múltiple casi sin ser consciente de ello.

He leído que ahora estás bajo tratamiento, ¿de qué trata éste?

Empecé mi primer tratamiento en julio de 2011 cuando mi segundo brote confirmó el diagnóstico de esclerosis múltiple remitente-recurrente. Se llamaba Betaferon (interferón beta 1-b) y consistía en una inyección subcutánea cada 48 horas. Los efectos secundarios que solía producir eran síntomas pseudogripales que se podían prevenir o atenuar tomando paracetamol y poniendo la inyección a última hora del día. También tenía molestias en la piel como irritación, ronchones, rojeces, hematomas o bultos, que se pueden calmar aplicando frío y manteniendo la piel hidratada. A pesar de estar tres años sin brotes con esta medicación, la enfermedad volvió a la carga muy activa con dos brotes en un año que me afectaron las piernas seriamente. Por ello, en agosto de 2016 me cambiaron a un tratamiento más fuerte. Se llama Tysabri (natalizumab) y se administra por vía intravenosa en el hospital de día cada cuatro semanas. Produce dolores de cabeza y bastante cansancio la semana que me toca ponerlo. Deben hacerse analíticas cada seis meses para controlar el llamado virus JC, por el riesgo a desarrollar una infección muy severa llamada LMP (leucoencefalopatía multifocal progresiva). Lo ideal hubiera sido continuar con el Betaferon muchos años más y no tener que recurrir a una medicación más fuerte, pero lo que me gusta de Tysabri es que no tienes que estar acordándote de poner la inyección, o si se te ha olvidado. Te libera de estar siendo consciente de tu enfermedad continuamente.

¿Llevas alguna especie de dieta? ¿De qué se trata?

No sigo ni he probado ninguna dieta en particular. Me aseguro de repartir las comidas durante el día, cada tres o cuatro horas, y sin ingerir demasiada cantidad. Según vas creciendo, ves qué cosas te sientan mejor o peor, y lo más adecuado es escuchar a tu propio cuerpo. Por otro lado, para mí no tiene sentido eliminar por cuenta propia productos o nutrientes de la dieta si no tienes problemas de alergia o intolerancias. Los consejos de mi neurólogo y mi enfermera se basan en comer variado, tomar suficiente agua, fruta y verdura y evitar los excesos, es decir, seguir las recomendaciones habituales de alimentación sana y equilibrada para la población adulta.

Actualmente, ¿cómo es tu vida como paciente de esclerosis múltiple?

La esclerosis múltiple, como cualquier enfermedad, cambia tu forma de entender la vida. Cambia tus prioridades y hace de filtro para saber quiénes están a tu lado y quiénes no. Aunque me falta mi madre, tengo a mi novio y a mi padre que ayudan y me apoyan. Mi vida profesional dista mucho de lo que a mí me hubiera gustado, pues estudié marina civil para ser piloto de marina mercante y algún día ser capitán, y la enfermedad me impide ejercer la profesión. En general, y a pesar del problema que supone tener una enfermedad crónica como la esclerosis múltiple, mi vida ha cambiado para bien. Ahora hago más ejercicio del que hacía antes, leo más, escribo un blog a través del cual he conocido a mucha gente con el mismo problema que yo…  Me doy cuenta de lo importante que es cuidarse, cumplir el tratamiento, descansar bien, y aprender a gestionar los síntomas y las secuelas, como los problemas de visión, mareos, problemas de equilibrio, espasticidad y rigidez muscular, control de la orina, fatiga, etc. Hay que vivir el día a día, no encerrarse en uno mismo y tener la mente tranquila.

Dormir está infravalorado

Me encanta dormir. Y además, siempre he sido una persona vespertina. Recuerdo que lo pasaba fatal levantándome para ir al colegio. El sonido del despertador debe de ser el más aborrecido por los estudiantes de todas las edades.

dormir
Cuando crecí y las tareas requerían más tiempo y dedicación, mis mejores horas para estudiar siempre eran después de cenar, entre las diez de la noche y la una de la mañana. Durante esos momentos, mi mente estaba más espabilada y perspicaz, y mi cabeza funcionaba como una máquina perfectamente engrasada. No importaba la materia que tuviera delante porque la asimilaba sin problemas ni apuros, cosa que en otras horas del día no sucedía.

Ya en la universidad continué aprovechando esas horas para estudiar y podía levantarme al día siguiente a las siete de la mañana sin mayor dificultad, un día sí y otro también, a pesar de que las jornadas eran más largas. La llegada de nuestra inquilina la esclerosis múltiple cambió mi vida de estudiante, mis horarios, mi capacidad de concentración y de atención, mis energías y en especial, la forma de disponer de ellas.

Para dosificar mejor mi energía, hice algunos cambios en mi rutina. En lugar de ducharme por las mañanas, pasé a hacerlo a última hora de la tarde para evitar prisas en la bañera, fatiga innecesaria, y así levantarme un poquito más tarde. Empecé a «dormir» la siesta los días que no tenía clases por la tarde. Lo pongo entre comillas porque casi nunca conseguía dormir, pero simplemente tumbarse con los ojos cerrados era algo que echaba de menos cuando no me era posible hacerlo. Dejé de estudiar hasta la una, hasta las doce como muy tarde en circunstancias excepcionales. Además, me aseguraba de pasear a menudo para despejar la cabeza y para dormir mejor por la noche gracias al ejercicio.

Por suerte, en los últimos años tuve horarios flexibles y para nada agotadores en comparación con los primeros años, cosa que jugó a mi favor para poder terminar. Lo que he aprendido es que si no descansamos bien, el cuerpo no responderá a lo que queremos hacer, y aunque responda mínimamente, los resultados dejarán bastante que desear. Y si tenemos dificultades para conciliar el sueño, debemos pedir ayuda y encontrar la raíz del problema.

A día de hoy, dormir y descansar bien sigue siendo una prioridad para mí. El descanso es salud y tenemos que tomarlo en serio y darle la importancia que le corresponde.

Encuesta EM en la Universidad

Recordaréis que mi paso por la Universidad no fue precisamente un camino de rosas y la puntilla es que no puedo poner en práctica todo lo aprendido y ejercer de piloto de marina mercante, pero tuve la suerte de encontrarme con personas que me proporcionaron las pequeñas adaptaciones que necesité en algunos momentos.

encuesta
Desde EMUniversitarios y La Facultad Invisible han elaborado una encuesta para conocer cómo se desenvuelven los universitarios con enfermedades crónicas como la esclerosis múltiple, cómo podrían distribuirse los contenidos formativos y usar las plataformas online y las redes sociales para que las clases se adapten mejor a nuestros problemas cotidianos.

Podéis acceder a la encuesta aquí:

http://www.survio.com/survey/d/Q9A5C6A2E3P3Q4A5C

Los resultados de la encuesta se expondrán en el encuentro «Las Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Universidad del siglo XXI» organizado por La Facultad Invisible, dentro de los Cursos de Verano de la UIMP, que tendrá lugar los días 8 y 9 de septiembre de 2016 en Santander.

¡Participa!

Estudiar con esclerosis múltiple

Justo cuando mi madre comenzaba su lucha contra el cáncer, yo comencé mis estudios universitarios. Yo sabía que no tendría mayores problemas para terminarlos porque conocía bien mis capacidades pero, debido a la situación familiar, siempre estuve de cuerpo presente y mente ausente.
estudiar con em infoblogem
Escogí estudiar marina civil. Náutica, concretamente. Navegación marítima. Puente. Es una carrera que mezcla desde derecho y legislación, matemáticas, inglés, construcción naval, hasta cursos de seguridad contra incendios, formación sanitaria, pasando por maniobras en un simulador… No conocía a nadie con intención de estudiar lo mismo, así que me parecía una forma de diferenciarme de los demás, y en aquel momento la demanda de gente de mar era bastante elevada (no como ahora).

Quienes no me conocen suelen pensar que soy una empollona porque doy buenos resultados, pero a mí no me gusta estudiar. Intento aprovechar las clases, tomar buenos apuntes y resumir los conceptos de forma que se entiendan con oraciones simples, siempre dedicando el tiempo justo (ni un segundo más de lo necesario). Como estudiante, aplico la filosofía que reza «mínimo esfuerzo, máximo rendimiento«, pero no la recomiendo a todo el mundo.

Las cosas iban según lo previsto, pero cuando la esclerosis múltiple empezó a hacer de las suyas, todo se volvió más difícil.

El diagnóstico llegó terminado el segundo curso y días antes de comenzar el tercero. Meses después, mi madre falleció. Y otros tantos meses después, brote, hospital, corticoides y tratamiento. Aprendí la rutina de las inyecciones, me costaba entender lo que leía y escribir, pues había perdido movilidad en la mano. La vuelta al cole del cuarto curso fue espesa, a cámara lenta, como si estuviera debajo del agua. Si tuviera que repetir los cursos de seguridad realizados el año anterior, exigentes físicamente, no sería capaz.

Y si el cuarto curso lo empecé convaleciente, como no podía ser de otra manera, un nuevo brote me asaltó justo al final. Si ya es molesto preparar los exámenes en condiciones normales, no digamos después de sufrir una neuritis óptica.

El quinto y último curso fue rápido e indoloro académicamente hablando, pero las secuelas y la amenaza de nuevos brotes me perseguían día y noche. Cada vez me costaba más mantener la atención y los días con clases por la tarde se hacían eternos. No veía la hora de terminar.
estudiar con em infoblogem
Hablé de la esclerosis múltiple con mis amigas más íntimas ya desde el principio, y cuando sufrí el brote antes de acabar el cuarto curso me vi obligada a informar al personal docente. De esta experiencia concluyo que es bueno que lo sepan tus compañeros más cercanos, porque más de una vez he necesitado su ayuda (y más viviendo fuera de casa); y que es mejor hablar y contarlo tranquilamente en uno de tus momentos «buenos», y no cuando estás débil, medicada y sin ganas de dar explicaciones ni de tratar con nadie (y más cuando sabes que muchos no te van a entender ni van a hacer nada por ayudarte).

Así he superado mis estudios, sorteando muchos obstáculos. ¿Cómo ha sido para vosotros estudiar con esclerosis múltiple?

Para otro día, las inmediatas consecuencias de mi esclerosis múltiple sobre esta profesión…