Archivo de la etiqueta: universidad

Encuesta EM en la Universidad

Recordaréis que mi paso por la Universidad no fue precisamente un camino de rosas y la puntilla es que no puedo poner en práctica todo lo aprendido y ejercer de piloto de marina mercante, pero tuve la suerte de encontrarme con personas que me proporcionaron las pequeñas adaptaciones que necesité en algunos momentos.

encuesta
Desde EMUniversitarios y La Facultad Invisible han elaborado una encuesta para conocer cómo se desenvuelven los universitarios con enfermedades crónicas como la esclerosis múltiple, cómo podrían distribuirse los contenidos formativos y usar las plataformas online y las redes sociales para que las clases se adapten mejor a nuestros problemas cotidianos.

Podéis acceder a la encuesta aquí:

http://www.survio.com/survey/d/Q9A5C6A2E3P3Q4A5C

Los resultados de la encuesta se expondrán en el encuentro «Las Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Universidad del siglo XXI» organizado por La Facultad Invisible, dentro de los Cursos de Verano de la UIMP, que tendrá lugar los días 8 y 9 de septiembre de 2016 en Santander.

¡Participa!

Palabras de ánimo

Cuando terminé mis estudios de náutica, se celebró una entrega de diplomas en la escuela de marina civil. Es una ceremonia pequeña que se organiza todos los cursos.

animo

Cada año, uno de los estudiantes graduados elabora un pequeño discurso, unas palabras dirigidas al público. Suelen comentar lo difícil que ha sido llegar hasta aquí, las perspectivas de trabajo cada año más desalentadoras (y más en lo que se refiere a la flota española, casi una leyenda urbana), que en un país como España que es casi una isla no se aprovechan más las conexiones marítimas…

El director de la escuela me propuso hablar en mi graduación. La oferta se dirigió a mí porque el año anterior quien habló fue un alumno de máquinas navales y ese año correspondería a uno de puente, y por ser una chica, prueba de la presencia femenina cada vez más habitual en las escuelas de marina civil, y por haber recibido uno de los premios fin de carrera de la Universidad de Oviedo. Todo apuntaba a que tenía que ser yo.

Tristemente, me vi obligada a decir que no. En esos discursos de graduación nunca faltan palabras de agradecimiento y felicitaciones. Por supuesto, yo estoy agradecida y contenta por haber conseguido terminar la carrera, pero lo que no puedo decir son palabras de ánimo, de futuro y de ilusión. Le expliqué los pormenores de mi situación personal en aquel momento: una mala época emocional por la pérdida de mi madre y por el diagnóstico de la esclerosis múltiple, enfermedad crónica que me impide embarcar y ejercer la profesión.

El director, amable y comprensivo, dijo que no había ningún problema, que ya hablaría otra persona, que no me preocupara, que él hubiera hecho lo mismo. Creo que él podría esperar que rechazara la oferta por vergüenza, porque a nadie le gusta mucho hablar en público, pero que no esperaba encontrarse con los motivos de esta negativa.

A pesar de que esas palabras de ánimo son una fórmula establecida a la que se recurre en estos casos, yo no me sentía con humor ni con fuerzas para decir a los demás lo que yo no me creo. Mi presente y mi futuro a corto plazo difieren mucho del presente y del futuro de mis compañeros.

Yo no tenía palabras para mis compañeros, pero sí para otras personas con esclerosis múltiple que estuvieran pasando una situación difícil, como la mía, y que a pesar de todo aguantan, siguen adelante y sin prisa pero sin pausa, consiguen conquistar sus propios retos, como lo fue para mí terminar mis estudios.

Mucho ánimo y fuerza para todos. Felices fiestas y feliz año nuevo.

La navegación y yo somos incompatibles

Los estudios son una cosa, pero el trabajo es otra.

Quise continuar con los estudios de náutica porque no me gusta dejar las cosas a medias y porque si tienes la posibilidad de estudiar, creo que debes aprovecharla y quedarte con las cosas positivas que te aporta, como la disciplina de estar en clase y organizarte para estudiar, y la buena gente que conoces. La gente de mar es especialmente acogedora.

No es nada fácil continuar con las clases y a la vez empezar a darte cuenta de que no estás físicamente bien, que no te sabrías desenvolver a bordo, que tu salud ya está bastante comprometida como para trabajar en un ambiente complejo y plagado de riesgos, lejos de casa, y a saber en qué condiciones. Y te preguntas ¿qué hago yo aquí? Yo iba a clase pero al final me marchaba en cuanto podía. Quería pasar el menor tiempo posible allí.

La profesión para la cual te formas estudiando náutica es la de piloto. Yo tenía claro que no llegaría a ser capitán, porque navegar un poco está bien, pero al final buscas cierta estabilidad en tierra para, más tarde o más temprano, formar una familia.

Quienes consiguen el título académico deben pasar por el Instituto Social de la Marina y someterse a un reconocimiento médico, que es obligatorio previo al embarque. Después de realizar varias pruebas, tuve una larga conversación con el médico.

El mayor problema desde el punto de vista del doctor era que yo necesitara asistencia médica debido a la esclerosis múltiple y no pudiera acceder a ella inmediatamente. Estando en tierra, vas al hospital y punto. Pero en la mar, no sabes en qué parte del mundo vas a encontrarte, y desde las primeras molestias hasta la valoración en tierra puede pasar mucho tiempo sin valorar y sin tratar, y si es un brote, el sistema nervioso degeneraría más intensamente, lo que daría como resultado mayor discapacidad.

Otro problema sería la propia jornada laboral. En un barco, las ocho horas de trabajo están divididas en dos guardias de cuatro horas cada una; por ejemplo: una guardia sería de cuatro a ocho de la mañana, y la otra sería de cuatro a ocho de la tarde. El tiempo entre una y otra no te asegura descanso, porque puede haber operaciones de carga o descarga de mercancías, puede haber maniobras de entrada o salida de puertos, puede haber simulacros de abandono de buque, simulacros relacionados con la propia seguridad de los puertos, etc. Y para todo ello tienes que estar en pie.

Puede ocurrir que en 24 horas sólo duermas dos. Nada recomendable para una persona que necesita mucho descanso. En muchas ocasiones ni siquiera descansas mientras duermes, agarrándote a la cama para no caer al suelo por los propios balances del barco. Además, a la guardia debes presentarte tú y sólo tú en plenas facultades, y en el caso remoto de que alguien te cubra, probablemente lo haría sólo una vez. El ambiente de trabajo se alteraría considerablemente.

navegación infoblogem

El resultado de este reconocimiento fue «no apto».

¿Y si yo no hubiera dicho nada de mi enfermedad? Podría haber pasado el reconocimiento sin mayores problemas, pero si yo embarco y necesito atención médica, desde ese mismo momento se sabría que yo tengo esclerosis múltiple y no podría embarcar de nuevo.

Yo ya era consciente de que no podría desempeñar mi trabajo en condiciones de seguridad. Si habéis estado a bordo de un mercante, aunque sea de visita, sabréis que no es una oficina. Hay que estar muy bien físicamente. Es un medio difícil donde las consecuencias de un mareo, una pérdida de fuerza o de equilibrio a bordo de un barco pueden ser caídas muy serias, o que te caigas al agua sin que nadie te vea y sin que nadie te rescate.

Ninguna empresa me estaba diciendo que por tener esclerosis múltiple ya no soy productiva o competitiva, sino que el doctor, familiarizado con la mar, se encargó de recordarme que la navegación es perjudicial para mí.

No es que yo no sirva, sino que la navegación supone un riesgo para mi salud.

Estudiar con esclerosis múltiple

Justo cuando mi madre comenzaba su lucha contra el cáncer, yo comencé mis estudios universitarios. Yo sabía que no tendría mayores problemas para terminarlos porque conocía bien mis capacidades pero, debido a la situación familiar, siempre estuve de cuerpo presente y mente ausente.
estudiar con em infoblogem
Escogí estudiar marina civil. Náutica, concretamente. Navegación marítima. Puente. Es una carrera que mezcla desde derecho y legislación, matemáticas, inglés, construcción naval, hasta cursos de seguridad contra incendios, formación sanitaria, pasando por maniobras en un simulador… No conocía a nadie con intención de estudiar lo mismo, así que me parecía una forma de diferenciarme de los demás, y en aquel momento la demanda de gente de mar era bastante elevada (no como ahora).

Quienes no me conocen suelen pensar que soy una empollona porque doy buenos resultados, pero a mí no me gusta estudiar. Intento aprovechar las clases, tomar buenos apuntes y resumir los conceptos de forma que se entiendan con oraciones simples, siempre dedicando el tiempo justo (ni un segundo más de lo necesario). Como estudiante, aplico la filosofía que reza «mínimo esfuerzo, máximo rendimiento«, pero no la recomiendo a todo el mundo.

Las cosas iban según lo previsto, pero cuando la esclerosis múltiple empezó a hacer de las suyas, todo se volvió más difícil.

El diagnóstico llegó terminado el segundo curso y días antes de comenzar el tercero. Meses después, mi madre falleció. Y otros tantos meses después, brote, hospital, corticoides y tratamiento. Aprendí la rutina de las inyecciones, me costaba entender lo que leía y escribir, pues había perdido movilidad en la mano. La vuelta al cole del cuarto curso fue espesa, a cámara lenta, como si estuviera debajo del agua. Si tuviera que repetir los cursos de seguridad realizados el año anterior, exigentes físicamente, no sería capaz.

Y si el cuarto curso lo empecé convaleciente, como no podía ser de otra manera, un nuevo brote me asaltó justo al final. Si ya es molesto preparar los exámenes en condiciones normales, no digamos después de sufrir una neuritis óptica.

El quinto y último curso fue rápido e indoloro académicamente hablando, pero las secuelas y la amenaza de nuevos brotes me perseguían día y noche. Cada vez me costaba más mantener la atención y los días con clases por la tarde se hacían eternos. No veía la hora de terminar.
estudiar con em infoblogem
Hablé de la esclerosis múltiple con mis amigas más íntimas ya desde el principio, y cuando sufrí el brote antes de acabar el cuarto curso me vi obligada a informar al personal docente. De esta experiencia concluyo que es bueno que lo sepan tus compañeros más cercanos, porque más de una vez he necesitado su ayuda (y más viviendo fuera de casa); y que es mejor hablar y contarlo tranquilamente en uno de tus momentos «buenos», y no cuando estás débil, medicada y sin ganas de dar explicaciones ni de tratar con nadie (y más cuando sabes que muchos no te van a entender ni van a hacer nada por ayudarte).

Así he superado mis estudios, sorteando muchos obstáculos. ¿Cómo ha sido para vosotros estudiar con esclerosis múltiple?

Para otro día, las inmediatas consecuencias de mi esclerosis múltiple sobre esta profesión…